El semáforo está en rojo. La persona, también lo está. 
Se imitan mutuamente, estáticos, esperando quién de los dos cambiará primero de parecer.
A medida que la idea de la espera germina en el interior de la persona, lo hace en igual medida el deseo de encender un cigarrillo.
Mientras tanto el semáforo, anclado en el momento presente, permanece estático.
La persona enciende un cigarrillo, camuflando así la ansiedad provocada por la idea de la espera.
Él quiere estar en el otro lado de la acera.
Se siente incómodo donde está ahora.
Se siente incómodo en su cuerpo.
Se siente incómodo en su vida.
El semáforo cambia. Da el permiso. Ya se puede cruzar.
Pero la persona no lo ve, pues su televisión mental está en horas de máxima audiencia y ha quedado hipnotizado.
Una repentina tos lo despierta momentáneamente. 
El semáforo vuelve a estar en rojo.
"Vivo esperando", se dice para sí la persona, alimentando el humo de su niebla interior.
El semáforo, simplemente está donde está.

(Imagen: "Esperando", 2022)

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