El deseo de volar a otro lugar despierta en el artista.
Sigue mostrando su obra al público ausente, porque sigue creyendo que lo están esperando con los aplausos preparados.
Mientras realiza el trabajo impuesto por esa empresa que se dedica a imponer, el artista sueña con dejar de ser otra mirada más detrás de la pared de cristal.
Al salir del edificio, alza la mirada hacia el ruido del cielo. Y en ese momento, recibe la llamada.
El avión aterriza en ese lugar tan frío y tan familiar. El interior de la cabaña es como el exterior. Hay fuego en la chimenea pero no calienta. Sobre ella, un cuadro de una montaña. El artista cierra los ojos, y vuelve a soñar.
Abre sus ojos y una mujer lo mira directamente. El artista se sorprende, pero ella no. La mujer actúa de forma teatral como si estuviese posando para alguien. ¿Está posando para él? El artista la saluda. Ella no responde. Sigue posando como si ella estuviese enfrente de un espejo y, en efecto, está enfrente de un espejo.
Y él no se ve en ese espejo.
Y él se desmaya.
Cuando despierta, el cuadro de la montaña lo recibe de nuevo.
Cuando él se prepara para soñar por tercera vez, la montaña le invita a dejar de hacerlo.
El artista deja hacer y ella, gentilmente, lo vuelve a absorber.
Retirado en la montaña donde una vez dejó de soñar, el artista invisible sigue visitando vidas ajenas que luego pinta en sus obras.
Y tu vida, ya ha sido pintada.
(Imagen: fotografía de la obra "Árbol viejo", 2023)