Las luces y los puntos rojos del escenario apuntan al concursante que está tumbado en la cama con forma de corazón.
Un gran ataúd de madera con la tapa mirando directamente hacia él, está sujeto en el techo del escenario.
Comienza la función. Alguien canta una tonada romántica. Las luces de colores acompañan a la música llenando la estancia con una atmósfera cercana a lo kitsch. Sin embargo, el concursante se siente cómodo envuelto en esta manta televisiva y se deja llevar.
La canción cumple su misión, encendiendo los interruptores interiores del concursante para que de a luz su falta de cariño acumulada. Todo es perfecto. Todo está preparado.
Los ojos del concursante contienen las suficientes lágrimas para que queden fotogénicas en pantalla. Ni una más, ni una menos.
El ataúd de madera se abre. La canción ruge. De su interior, Una lluvia de corazones vivos caen hacia el cuerpo ansioso del concursante. La lluvia sanguinolenta y palpitante conmueve a la audiencia mientras el concursante se arropa en esta nueva manta orgánica.
Cuánto amor.
Las lágrimas fluyen hasta llenar con celeridad los afluentes económicos de las empresas implicadas.
La escena llega a su final.
La cama con los corazones y con el concursante es empujada por un caballo hacia la puerta de salida.
El maestro de ceremonias da las protocolarias gracias y, sin perder tiempo, exclama:
"Que pase el siguiente".
Basado en un sueño ocurrido el 9 de julio de 2010.
(Imagen: "Guillotina", 2008)